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El punto critico. ¿Por qué se suicidan los médicos?

El Dr. Francisco Javier Barón Duarte, especialista de la Unidad de Hospitalización de Oncología Médica del Hospital Universitario de A Coruña y vocal de la Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) reflexiona en este artículo, a raíz de los últimos sucesos, sobre las tasas de suicidio en la profesión médica.

Según un estudio americano del 2020 los médicos se suicidan más que el resto de la población. El 23 por ciento de los hombres y el 22 por ciento de las mujeres médicas habían presentado ideas suicidas y hasta el uno y dos por ciento, respectivamente, lo habían intentado alguna vez.

El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos ha llevado a cabo un estudio sobre la prevalencia del  suicidio en la profesión médica en nuestro país. Con 10 años de observación (2005 a 2014) y datos del Instituto Nacional de Estadística, el trabajo encuentra diferencias por género y edad con respecto a la población general; también entre especialidades.

El suicidio fue la causa de muerte del 45,8 % de las doctoras que fallecieron por causa externa (homicidios, accidentes de tránsito, suicidios) frente al 37,2% de la población general. La tasa en médicos varones alcanza el 28,9 por ciento (1,5 por ciento más que la población general). El porcentaje de suicidios es superior en la población médica (1,3 %) respecto a la población general (0,8 %).

Durante ese tiempo, hubo 12 suicidios médicos anuales. Fue, además, la causa de muerte en el 9,1 por ciento de los especialistas de Geriatría que fallecieron en ese tiempo; el 8,3 por ciento en el caso de Oncología Médica; y el 6,7 por ciento de los de Medicina Intensiva.

Por número total, el mayor número de suicidios se cometieron entre los médicos generales (59), aunque en su caso supuso el 1,4 por ciento del total de defunciones.

Precisamente en la edición de la Voz de Galicia  de Pontevedra la compañera de Atención Primaria, Dra. Flora Miranda, clama “Preciso tempo para atender persoas” y añade “Falar de dignidade é falar de tempo para a escoita, para a empatía, para unha exploración de calidade, para unha orientación diagnóstica sen presas e para meditar e compartir a mellor solución para os seus problemas, con ou sen fármacos”. El texto en gallego se entiende y su fuerza vital se percibe mejor.

Hace unos años asistí a un curso de Gestión Sanitaria del Servizo Galego de Saude SERGAS. En el aprendí que había un punto critico; aquel en el que dos curvas ascendentes paralelas (la de cantidad de atención y la curva de calidad de atención sanitaria) se cruzan. En ese punto “critico” sigue ascendiendo la cantidad pero desciende la calidad. En la fabricación de alfombras tal vez más cantidad con menos calidad no importe pero en atención sanitaria creo que si importa. Importa no pasar ese punto critico por un principio de dignidad y responsabilidad.

González Sainz reflexiona sobre el “subirse de punto de una cosa que es perder su adecuación y conveniencia, su determinación apropiada; es salirse de grado intensidad, y muchas veces echarse a perder, malograrse, es decir, lograrse mal”

Nunca tuvimos tanta capacidad y capacitación técnica, pero no se si crecemos paralelamente en capacitación ética. La proporcionalidad de recursos y medios es un principio ético y deontológico que interviene en la ecuación de la buena practica clínica. Con la técnica aumenta el poder del hombre sobre la naturaleza y esto según Lewis se traduce en “el poder de unos seres humanos sobre otros. Cuando se planifica la sociedad para maximizar el poder de esta sobre la naturaleza, se expulsan otros valores humanos de la ecuación”

¿Que valores estamos expulsando de nuestra profesión? ¿Qué hacemos los médicos para no llegar al punto critico, para evitar la despersonalización del paciente y de nosotros mismos (la abolición del hombre) que nos lleva a la mala praxis, al burnout y al suicidio en algunos casos?