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Depresión, ansiedad, agotamiento y “burnout”, consecuencias de sufrir el síndrome del impostor en las mujeres médicas

En el marco de la Jornada del Día de la Mujer que ha celebrado el Consejo General de Colegios de Médicos (CGCOM) ha tenido lugar la ponencia” el Síndrome del impostor en la profesión médica” impartida por la Dra. Montserrat González Estecha, representante del CGCOM en la Federación temática de género, diversidad e inclusión de la Unión Europea de Médicos Especialistas (UEMS)

Tal y como ha asegurado la experta “las médicas que sufren el síndrome de impostor cuando alcanzan puestos de responsabilidad tienen más riesgo de padecer depresión, ansiedad, agotamiento y “burnout”. Durante su intervención, la Dra. Montserrat González Estecha, también jefa de servicio de Bioquímica Clínica en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón y coautora junto a Martínez-Hernanz A y Herrera de la Muela M, del capítulo “Síndrome del impostor como factor de riesgo en el desarrollo de síntomas psiquiátricos en mujeres médicas” en la publicación internacional “Equidad de género en la profesión médica” habló sobre los antecedentes de este síndrome y su definición.

“El síndrome del impostor no es una enfermedad, es una situación que se genera en algunas personas que llegan a un nivel académico, social o de reconocimiento importante. La persona piensa que es un fraude, que el éxito obtenido se debe a factores externos o simplemente a la suerte y no a sus habilidades. Están a la defensiva pensando que van a ser descubiertos por los demás como impostores, lo que les impide disfrutar de los logros obtenidos. Esto genera una gran autoexigencia, preocupación y ansiedad”, ha explicado la Dra. González Estecha.

Las primeras que describieron este síndrome en mujeres fueron Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978. En 1985 Joan Harvey afirma que más del 50% de personas con éxito han sufrido este síndrome. Posteriormente en el año 2000 Harvey, Kolligian y Sternber sugieren que más que un síndrome es un constructo relacionado con rasgos de la personalidad. Aunque afecta a ambos sexos, es más prevalente en mujeres.

“A pesar de los avances sociales para las mujeres, este síndrome sigue existiendo al alcanzar ellas posiciones más relevantes, a la vez que se oculta por la necesidad en el puesto de trabajo de no mostrar debilidad”, ha puesto de manifiesto la doctora Montserrat González Estecha.

La exigencia de la profesión médica y la dificultad de compaginar hace a las médicas un colectivo susceptible

Un síndrome que no esquiva a las médicas. “La propia exigencia de la profesión médica y la dificultad de compaginar la vida privada hace que sea un colectivo especialmente susceptible”, ha indicado. De hecho, esta profesión se desarrolla en un entorno muy competitivo que aparece ya desde la época de estudiante y que se prolonga en toda la vida profesional con hasta rankings entre profesionales, especialidades y hospitales, usados para evaluar y que condicionan la carrera. “Además el trabajo fuera del horario laboral marca la diferencia en los campos de investigación, cursos, conferencias, artículos…”, ha asegurado.

En el mundo académico el 70% de las mujeres médicas han manifestado reconocer padecer este síndrome. “Aunque está infradiagnosticado porque no es reconocido muchas veces o no se sabe detectar. Se externalizan los éxitos y se interiorizan los fracasos”, ha apuntado.

La feminización de la profesión hace que este síndrome sea más visible: “Al alcanzar las mujeres puestos de relevancia o tienen más peso profesional aparece el síndrome”, ha señalado la doctora. Compatibilizar la maternidad con los horarios laborales, guardias, actividad curricular coincidiendo crianza con inicio desarrollo profesional, sentimiento de culpa, es uno de los factores que propician su aparición.

La educación y formación también juegan un papel fundamental en el desarrollo del síndrome, y es que desde la infancia las mujeres asumen un papel de cuidadora y roles de género. “Las expectativas sociales, demandas familiares que sobrecargan y aumentan el estrés al tener que desempeñar perfectamente su papel en casa y en el trabajo. La mujer puede ponerse freno a sus aspiraciones profesionales pues se puede sentir en un papel que no le corresponde”, ha explicado.

Esta situación genera angustia y miedo a las mujeres que temen ser descubiertas como un “fraude” y señalen sus fallos. “Prestan demasiada atención a detalles irrelevantes. Ninguno de los logros es suficiente lo que ocasiona distrés e insatisfacción crónica”, ha afirmado.

Aunque no es una enfermedad mental este síndrome puede ser un factor de riesgo para la depresión, ansiedad, agotamiento y “burnout”, tal y como explica la experta quien señala que además “puede llevar a ineficiencia profesional, absentismo y aumento de errores”. Asimismo, en la opinión de la doctora, la baja autoestima y elevada autoexigencia crea la necesidad de trabajar más y mejor para sentirse reconocidas, interiorizado a lo largo de la vida por las experiencias del día a día.

A pesar de consagrar importantes logros profesionales y académicos “la mujer cree que en realidad el éxito es por suerte, oportunidad o haber trabajado más, no por sus habilidades, lo que no le permite disfrutarlo pues piensa que no lo merece”, ha puesto en relieve la doctora. “Esto le produce ansiedad y un sentimiento de ser un fraude que le hace estar constantemente a la defensiva pensando que puede ser descubierta”. Para compensar su miedo al fracaso al presentar su trabajo a otros lo que hacen las médicas, tal y como ha resaltado, “es una preparación en exceso y procrastinación seguido de esfuerzo enorme”.

Entre las recomendaciones que ha planteado la Dra. Sánchez Estecha está el “reconocer el problema como primer paso para su superación, ya que se encuentra integrado un reconocimiento de validez personal; comprender que los errores y fracasos son oportunidades de conocimiento; trabajar los sentimientos de miedo y culpa para permitir ser consciente de las habilidades sin sobre o infraestimarlas; y reducir hábitos compulsivos de trabajo”.

El síndrome del impostor es un constructo social, no una enfermedad psiquiátrica, y el exceso de autoexigencia no constituye per se una adicción al trabajo ha subrayado la experta quien ha abogado por “formular estrategias para prevenir el desarrollo del síndrome del impostor que afecta con más frecuencia a mujeres en puestos relevantes incluyendo la profesión médica”.